miércoles, 26 de febrero de 2025

3. Cuarteto de Cuencas

                                                                                                       

A manera de marcador o guía, en caso de síntesis, registro que los páramos de las tres cordilleras abastecen de agua al 70% de la población de Colombia, y, que el peor desastre de Bogotá, fue el haber destruido en alto porcentaje su rica hidrología, sus ríos patrimoniales. Por tanto, mejorar la ciudad capital, implica, también, reestablecer sus cuencas hidrográficas, o buena parte de ellas.

Descifro la frase matar dos pájaros de un solo tiro, y encuentro que tiene que ver con la eficiencia que me compete. Es que no puedo dar ni un aleteo sobre la alta y gran ciudad, sin considerar el cuarteto de sus cuencas hidrográficas, base del gemelo digital y aspecto axial para mis reportes. El del presente, para mi flota, y el prospectivo, para mi curioso local nominador.

Así, mi itinerario cobró mayor sentido escaneando cartografías, un poco más al sur.     

 La Cuenca del río Tunjuelo con un territorio de casi cuatrocientos kilómetros cuadrados, a pesar de ser la articulación de Bogotá con el Páramo de Sumapaz donde se encuentra su nacimiento, y con el río Bogotá, donde desemboca, luego de 73 kilómetros de recorrido, está en alto estado de deterioro. Sus microcuencas, sus afluentes, están contaminados o agotados. Con el lastre de tener una parte de la urbe encima, su recuperación integral sonaría a utopía, pero considerando la verdad de apuño, que los ecosistemas y ríos poseen la capacidad de auto depurarse, su futuro podría resultar alucinante. Está muy claro en mi simulación. En la realidad, implica un denso y continuado esfuerzo de la ciudadanía y del Estado.

En el año 2029, Bogotá, bajo la atenta vigilancia de Condórtimus, habrá visto transformada su hidrografía en un modelo ejemplar de ordenamiento territorial. Se han integrado, las cuatro vertientes que desembocan en el Río Bogotá, en un vasto proyecto de conservación y desarrollo. Las cuencas han sido restauradas, creando reservas naturales alrededor de cada fuente de agua, que sirven de hábitats para la fauna local y como áreas de recarga hídrica. Las zonas urbanas adyacentes han sido diseñadas para coexistir armoniosamente con estos ecosistemas, promoviendo la infiltración del agua y reduciendo la escorrentía.

Para el 2049, la visión de Condórtimus se ha materializado en una Bogotá donde la hidrografía dicta el desarrollo urbano: las calles están pavimentadas con materiales permeables, y las áreas verdes se han multiplicado por diez, conectando cada vertiente en un cinturón verde que rodea la ciudad, garantizando la sostenibilidad hídrica y ecológica para las generaciones futuras.

 

Creo que he empezado bien, por el enorme sur, donde la marginalidad al igual que la nimia esperanza, alcanza para todos.  En el futuro cercano, se logrará, aquí, la autosuficiencia energética con techos solares; se recogerán las aguas lluvias; se acrecentarán la conciencia y las acciones para reciclar las basuras; la organización precisa de los desagües, contribuirá a limpiar el, hoy triste río Bogotá; a varias de las fuentes hídricas que descienden de los cerros hacia la sabana, se les devolverán tramos de sus cauces naturales, que alegrarán un poco la vida de la urbe; y, los jóvenes estudiarán vanguardias tecnológicas en el bien planeado Centro IA de Usme. Desde ya puedo extrapolar estos tópicos, hacia el derrotero que seguirán, también, la mayoría de las 20 localidades administrativas de la ciudad capital. Confirmo que, en todo caso, Bogotá es una ciudad para descubrir. Frase ajena que finalmente he conseguido, no sin esfuerzo, pero que cual talismán encantado me llevará, sin duda, hasta los personajes que ansío, para cumplir con mi amalgama de selectas encubiertas misiones, para mi elegante y poderosa ovni-flota de renegridos cigarros, curiosos bravos viajeros, de extraviados confines e ignotos fiordos de los tiempos.

                                                                                 

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