Felipe sentado en su banca favorita, en el parque
fundacional, de cara al costado sur. Observa la iglesia erguida y blanca. Por
encima del teatro parroquial de una planta, ve a la distancia en la montaña la
pendiente urbanizada del barrio San Luis. El borde final donde llegó a pararse
alguna vez, y en viceversa, intentó ver desde allá alguno de estos espacios
abiertos, fácilmente reconocibles aún en la distancia.
Las gotas
del comienzo de la lluvia ya habían caído en su rostro. Se levantó con calma y
fue directo al café del costado sur. Allí luego de comprar su tinto, escogió
una de las mesas junto a la ventana por donde se vía el parque. Sacó del
pequeño bolso la libreta azul, el esfero, el resaltador. Probó un sorbo del
aromoso café caliente, miró hacia la fuente del parque cubierta con hules, para
protegerla del polvo de las obras y excavaciones frente al atrio y de la amplia
casa cural, arrendada ahora a la Universidad del Sinú.
Detrás de
Felipe dos jóvenes con diademas de sonido, labios pintados de violeta, faldas
cortas, medias de malla negra y botas rockeras, interactúan con sus tabletas
digitales.
Aurora,
entra con paso decidido, arrastrando su pequeña maleta con rodachinas. Luego de
recoger su capuchino con galleta de avena, se sentó en una de las mesas
centrales, justo al costado derecho de Felipe, quien vuelve a concentrarse en
sus notas. “Coincidencias hay en la vida”.
A la gente le gusta hablar sobre sus viajes, pero
la mayoría no puede salir de Bogotá por su precariedad económica. Tal vez ahora
que se experimentan los inicios de cambios estructurales, podría ser el turismo
por las regiones un tema de cotidiana charla…
Condórtimus, sin interrumpir su vuelo impulsado por
las diversas corrientes de aire de la sabana, coincidía con la idea de Felipe.
En el año 2029, he observado cómo Bogotá, con su economía
en auge, se ha convertido en un punto de partida para el turismo dentro de
Colombia. La biodiversidad y la belleza paisajística del país atraen a
multitudes de turistas, nacionales y extranjeros, quienes encuentran en Bogotá
no solo una puerta de entrada sino también un destino cultural vibrante. La
ciudad ha emergido como un epicentro de una corriente artística que abarca
todos los géneros estéticos, desde el arte callejero hasta exposiciones en
galerías de renombre. Este movimiento artístico ha revitalizado espacios
públicos y privados, creando un ambiente de creatividad que permea cada rincón
de la ciudad. La sociedad bogotana ha acogido esta explosión cultural,
encontrando en el arte una forma de cohesión social y un motor para el
desarrollo personal y comunitario.
Mirando hacia el 2049, Bogotá ha consolidado su posición como un faro
cultural en América Latina. Los eventos artísticos al aire libre se han
convertido en rituales comunitarios, donde la innovación y la tradición se
fusionan, elevando el espíritu de la ciudad. Los espacios cerrados, ahora
diseñados para ser más interactivos y tecnológicos, permiten experiencias
artísticas inmersiva que no solo educan, sino que también sanan y conectan a
las personas en niveles profundos. La economía de la ciudad ha florecido
gracias a este turismo cultural, proporcionando empleos y oportunidades en el
sector creativo. La biodiversidad sigue siendo un atractivo principal, pero
ahora está integrada en el arte y la arquitectura de la ciudad, creando un
diálogo entre naturaleza y cultura que hace de Bogotá un ejemplo mundial de
cómo el arte puede transformar y unir a una sociedad.
Aurora, deslumbrante, observa
el maderamen del techo, inhala el aroma del café y saca su laptop, en cuya tapa
gris plomo se ve un rectángulo delgado en bajo relieve que la atraviesa en
diagonal. Prueba la bebida, muerde la galleta y empieza a diseñar en
Metrópolis.
Elige La
zona de la Biblioteca el Tintal. Condórtimus sobrevuela lento, el sector. Patio
Bonito, El Tintal, Dindalito, Corabastos, María Paz Pastranita. El Humedal del
Burro, Banderas, Pio XII, Marsella, Mandalay, Techo.
La Laguna del Tintal en 1950 cubría 171.54
hectáreas. Los barrios, paulatinamente, la fueron cubriendo, borrando. Las
imágenes en secuencia histórica de década en década van mostrando en la
pantalla el desecamiento progresivo de la fuente acuífera y la intromisión
irracional de los urbanizadores.
En 2029, bajo mi supervisión, la iniciativa para recuperar la Laguna del
Tintal ha comenzado a dar frutos significativos. Con un 40% de la laguna
restaurada, lo que antes era un área perdida por la urbanización, ahora está en
proceso de renacimiento. La Biblioteca El Tintal, Manuel Zapata Olivella, junto
con los barrios populares, han sido reimaginados para coexistir con este
ecosistema revitalizado. El Humedal del Burro, aunque pequeño, se ha
beneficiado de esta restauración, sirviendo como un refugio para la fauna
local. Este esfuerzo no solo ha devuelto la vida acuática y vegetal a la zona,
sino que también ha transformado la calidad de vida de los residentes,
proporcionando espacios verdes para la recreación y la educación ambiental. La
arquitectura alrededor de la laguna ha sido rediseñada para ser más sostenible,
con sistemas de drenaje que respetan los ciclos naturales del agua.
Para el año 2049, el proyecto de recuperación de la Laguna del Tintal se ha
materializado completamente, fruto del empeño ciudadano, la voluntad política, y,
la aplicación del cocimiento apoyado con el uso de alta tecnología. La laguna,
ahora símbolo de resiliencia ecológica, se ha convertido en un corazón
palpitante de biodiversidad en medio de la ciudad. Los barrios circundantes han
adoptado un desarrollo urbano que no solo respeta la naturaleza, sino que la integra
en la vida diaria de sus habitantes. La Biblioteca El Tintal se ha expandido,
ofreciendo programas educativos que conectan a las nuevas generaciones con la
historia y la importancia de este humedal. La comunidad ha experimentado
mejoras en la salud, debido a la purificación del aire y la regulación del
microclima local. El Humedal del Burro, aunque todavía pequeño en comparación
con la laguna, ha florecido, convirtiéndose en un ejemplo de cómo la
restauración puede beneficiar tanto al medio ambiente como a la sociedad. Este
proyecto ha inspirado otras iniciativas de conservación en Bogotá, y más allá,
demostrando que la recuperación ambiental es posible y beneficiosa para todos.
Condórtimus
sobrevuela zona cartografiándola, recogiendo datos para Metrópolis. Aurora da
clic sobre el ícono del cóndor. “Las vías principales, calles, carreras que se
puedan convertir en canales como si los barrios fueran ahora una nueva Venecia
“. Condórtimus sobrevuela el mapa de la
laguna en 1950, a gran velocidad, luego el mapa de la zona en 2025. Se detiene
en un tronco del Humedal del Burro. Empieza la transmisión de datos, sus ojos
de cuarzo y su pechó dorado son memorias con millones de datos pasando hacia la
tarjeta madre, hacia el sector del disco de estado sólido, hacia la memoria
temporal. Termina el registro de datos. La pantalla se congela. El indicador del
procesador con sus 4000 núcleos con circuitos de lógica ternaria, de nanotubos
de grafeno, está construyendo el gemelo digital solicitado. Aurora, siempre curiosa, voltea a ver a las jóvenes del fondo, de
medias de malla y labios pintados. En la pantalla del laptop Condórtimus,
levanta el modelo digital como si fuera un conjunto de contenedores sostenidos
por una red de cuerdas. Se eleva y en un instante lo suelta. Llama32-vision
inicia su labor. Aurora consume su fondo café y el último fragmento de galleta.
Y ahí está ya Metrópolis mostrando el gemelo
digital de “Tintalia” como un conjunto de barrios idénticos a los actuales,
pero sus vías pavimentadas y autos, han sido reemplazadas por canales de limpia
agua dulce y embarcaciones de diversas esloras, con motores eléctricos. Aurora
emocionada, gira el modelo obteniendo varias de sus vistas. Clic sobre el
pequeño cóndor, en el tronco del humedal. Condórtimus Despliega sus alas en
toda pantalla. Sus circuitos plomizos están grabados en ligero alto relieve en
su cuerpo de metal. “Video realista y posible fecha de conclusión o entrada en
funcionamiento”. El video aparece en pantalla visto desde la óptica del ave
robot, volando suavemente a diferentes alturas que permiten apreciar en todo su
esplendor el nuevo urbanismo. La vista de la Biblioteca El Tintal, rodeada de
canales, naturaleza florida y embarcaciones, es sublime. “Ahí está, miralá”. Tintalia una fusión de localidades de 171.5
hectáreas lacustres. Dos minutos de fascinación. Aparecen los datos. “Entraría
en funcionamiento pleno en 2049”.
Felipe deja de escribir sus notas para el guion de
la hipotética película y cierra la libreta azul. Aurora, junto con su
abrumadora gracia, se esfuma cual efrit cancelado. Felipe Mira por la ventana
hacia la fuente de piedra de la plaza. Una enorme sombra de ave rapaz la
recorre hasta desvanecerse más allá del colegio republicano abandonado. Siente,
la onda expansiva del intimidante graznido metálico del extraño pájaro,
retumbando en una parte desconocida, recóndita de su ser alarmado. Por instinto
de conservación, se concentra en el aroma de la cafetera del local, en una
pareja de jóvenes transeúntes cerca de la fuente de piedra, y, en las formas
irregulares de los verdes árboles, estremecidos por un viento recién magnetizado.
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