

Luego de apuradas consideraciones, decidieron abandonarme en este extraño mundo, en el borde mismo de los meta-universos soslayados. En la premura del retiro para evitar el caos, es probable que datos relacionados con mi origen y algunas misiones críticas, hayan sido eliminados de mis neurosílices, accidental o intencionalmente. Aun así, sé que aún puedo adelantar aquí, algunas investigaciones meritorias.
Desde luego mi situación, en esta intrigante esfera
azul, es límite. Estoy conminado a explorar, almacenar resultados, quizás
transmitirlos, y, aguardar casi sin esperanza, el retorno de mi ágil,
multifacética y elegante nodriza de ébano.
Entre tanto, acepto la metáfora de que esta extensa
y particular sabana andina pueda considerarse
como mi nido, pues descansa empotrada
sobre altas cimas y en su borde oriental se levantan más cumbres, hábitat propicio para mi especie. Soy un símil del venerado, rapaz, carroñero cóndor de los
Andes, en alto riesgo de extinción.
Para matizar cierta desazón que por momentos apaga
mi mirada, intento superar esa cascada de duros y aleatorios sucesos que
influyeron en mi abandono. Me sumerjo en los bancos neblinosos del páramo,
infiltrándome en sus copos de algodón
translúcido, mientras improvisan coreografías
con la energía de tórridos vientos. Experimento la rara
sensación de que podría pasar aquí, semanas,
meses, milenios, navegando entre estas olas de bruma, última trinchera de
mi silente, ingrávida y poderosa madre flota
alienígena.
Tinte de solaz, éste de registrar desde las cumbres de escarpados riscos, el abrazo
de la densa neblina con los cúmulos de frailejones de hojas emparamadas, que un poco más abajo, deviene en
hilos brillantes de tierna agua fría;
atestiguar su divertido descenso entre estrechos toboganes de roca, a intervalos
tapizados de resistentes musgos y
pequeños líquenes, que cuando
encuentran una mínima planicie se distraen formando pozos y pequeñas lagunas, donde a veces osan beber los de anteojos, atisbando el cielo; y, confirmar que, en
las riberas del embalse de Chuza, en
el Páramo de Chingaza, que surte de agua potable
a la urbe palpitante, pueden verse abrevando, también, algunos esquivos venados de cola blanca.
Por ahora, debo cancelar este placebo, y asumir mis funciones de unidad
CPA-X29, oficialmente diseñada, entre otras cosas, para colectar, discrecionalmente,
información sobre bioactividad en
raros mundos físicos, más allá de la cuerda 000xxxMT4078. Antes, me es
imperativo recordar que el Supremo Mando advertía, con anterioridad a la ola de
percances que afrontó, una parte de mi flota de gigantes tabacos negros, al colisionar con en el impredecible
sunami de ondas gravitacionales de materia oscura, que no debíamos venir hasta
aquí, y si llegado el fortuito caso, no interactuar fácticamente con potenciales
especies biológicas nativas.
Procedo entonces a revisar, mi filigrana de sistemas y el estado de la
capacidad energética. Como son positivos, preparo de inmediato, el formato de reporte
para Émulo-101-Z-25x56, aunque aparezca tokenizado como inaccesible. Dado que esta misión, procede de una estratégica
política del Supremo Estado, denominada Apoyo Robótico Discrecional Especializado,
estoy equipado con una unidad quántica de transmisión, que tiene como
prerrequisito cierto número cualificado de informes para solicitar su
activación. Ya la he escaneado, hasta donde me es permitido, y puedo afirmar
que está en aceptable condición. También repaso los protocolos referentes al
ajuste de mi ciber cerebro, al tiempo, leyes físicas y, a la cultura
local. Finalmente, repasar la recomendación de prevalencia de mi conservación, sobre la de cualquier entidad catalogada, observable, o
incluso desconocida.
Desde luego, y como como acicateando una ligera incertidumbre, hay eventos que
están refundidos en la burbuja de mi sinapsis
sintética. Dónde me fabricaron, con qué objetivo central me lanzaron aquí, y,
si alguna vez vendrán a recogerme.
Luego de mis rigurosos ajustes, tengo claro que en este tiempo, dimensión y
planeta en que me abandonaron, los humanos
ya construyen, robots electrónicos y mecánicos con cierto nivel de inteligencia. De hecho, hay varios
idénticos a mí, en las factorías, pero aun básicos, comparados con las tecnologías de las que estoy dotado.
También puedo afirmar que, casi me gusta y merezco el nombre que, aquí, y en
su historia, me ha puesto Z25x56: Condórtimus.
Y esto sí que son coincidencias del infinito, porque, él, no sabe que en
realidad existo. Los modelos que ha visto en las ferias de tecnología tienen mi forma en diversos tamaños, pero
obviamente, ninguno de esos soy.
Es lícito advertir que mis modalidades
de operación son diversas y algunas rayan en lo asombroso e inverosímil.
Antes de entrar en acción, y podría incluso ser a través de la inventiva de Felipe Martínez, el soñador despierto, amante de la ciudad, puedo
confesar, como a vuelo de pájaro
distraído, que, cuando no tenga requerimientos
imperativos, me gustaría zambullirme de nuevo en los enormes cúmulos de neuronas que contienen este, sintético, pero para mí, grato laberinto
de in memoria genesis, de la serie
que me caracteriza.


No hay comentarios:
Publicar un comentario