miércoles, 26 de febrero de 2025

4. San Victorino

 

Continúo a digna velocidad de ave rapaz, carroñera sobre la ruta lineal de los contaminantes buses rojos. Aterrizo en la Plaza de San Victorino, junto a la escultura metálica La Mariposa, que parece mirar de reojo al edificio republicano pintado de amarillo colonial, ubicado en diagonal al otro lado de la amplia plazoleta, en cuyo entorno comercial, se consigue, literalmente, de todo, a los precios más bajos. Razón por la cual, el sector siempre acoge a una heterogénea multitud que va y viene desde la madrugada hasta entrada la noche, en un bullicioso, asincrónico oleaje de compra y venta, al por mayor y al detal.

Desde luego ya había continuado con el croquis del sistema medular básico para construir la maqueta. El Río Fucha, que en lengua Chibcha significa piedra que da agua, era una importante fuente hídrica para los indígenas precolombinos, lugar de ritual y punto de encuentro. Nace en el Páramo de Cruz Verde, en la reserva natural El Delirio, arriba al oriente, y con sus afluentes, irrigan las zonas de San Cristóbal, Antonio Nariño, Restrepo, Puente Aranda, Kennedy y Fontibón, luego de 26 kilómetros de recorrido. Sus niveles de contaminación son altos y se espera que el plan de recuperación al 2038, retorne la vitalidad a su cuenca.

La gente de hoy debe revisar la historia, pues el río ha significado mucho para la ciudad. Antes de 1950, abastecía de agua a la zona central y por ello siempre tuvo importancia ecológica y cultural. Tenía una confluencia de caminos denominada Tres esquinas, donde llegaban las gentes de Fómeque, Ubaque, Tunjuelo y Soacha. En 1923, en el nordeste rico en humedales, existió un parque con laguna natural, muy apreciado para el esparcimiento. Luego del magnicidio de 1948, fue rellenada con escombros, desecada y posteriormente urbanizada.

El Fucha está lleno de Bogotanismo, destacando el recuerdo de su famoso valle de cantos rodados, que con otras virtudes permanecerá en sus anales, hasta cuando la sociedad lo rehabilite, en su imaginario.

 Me alegro de poder reportar esto tan exótico, claro está, cuando el Alto Mando lo solicite. Si nunca, en algún meandro de mis memorias, lo conservaré con celo, como a un ciber polluelo digital expandido.            

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