Y bueno al final, debía pasar la carrera novena y sólo le restaba caminar por el otro parque, donde 10 años atrás, sentado frente a los sauces africanos frecuentados por ebrios y vistosos colibríes, repasaba los temas de la Historia del Arte, con el hambre torturándole las vísceras, en los ejemplares de revistas que le prestaban sus amigos de la quinta. Se detiene y voltea a mirar la casa de ladrillo del costado oriental, donde su colega Ramiro consiguió su primer trabajo, programando animaciones para comerciales. Luego camina con paso ligero hacia el norte y de repente ya estaba en el quinto CEFE, un nuevo edificio de once pisos con escaleras en zigzag, a la vista, incrustado en una zona inusual para este tipo de entidades comunitarias.
Pablo, es decir
Jacinto, estaría por allí como de costumbre, conversando con cualquiera, con su
amabilidad, espontaneidad y proactividad, a flor de piel.
“Razonamiento estratégico,
construcción de relaciones e inteligencia emocional”, más participación en la
toma de decisiones, funge como el canon para sobrevivir al impacto del “sunami
de la inteligencia artificial”. En alguna parte había leído eso. Felipe
aseveraba, además, que pasarían menos afujías quienes tuviesen real
conocimiento y buena información.
Se bajó del ascensor en el último piso, y alcanzó a
repasar mentalmente, que en realidad su
presencia allí, obedecía a dos razones. Una tenía que ver con buscar espacio
para algunas de sus obras y, la otra, con ayudarle a Pablo es decir Jacinto, a
convivir con una auténtica preocupación de índole ético.
Aurora seguía la misma ruta de Felipe,
como alter ego, en una burbuja de mundo paralelo. Una suerte de proyección
fantasmagórica sobre el mismo espacio, pero en otro tiempo, presente por
momentos, pero sin mezclarse ni interferirse. Una dimensión inasible, excepto,
durante los breves, esporádicos y curiosos pálpitos intuitivos de Felipe. A
Condórtimus le llamaba la atención esa dualidad, para él no imaginaria, del
espacio-tiempo. De hecho, esta había sido unas de las rutas que había seguido para
encontrar a Felipe y a sus apuntes de libreto.
Otro día, de café y
almojábanas, le contaría a Arturo que Pablo no estaba allí, en ninguna de las
mesas de esa terraza, donde el cielo y las interacciones, libres, espontáneas,
predominaban.
Felipe fue entonces hasta una de las barandas para
ver el mundo desde esa modesta pero impactante altura. Se volvió y apoyó la
espalda contra la protección metálica. En la zona occidental del espacio,
habían dispuesto una sala portátil, aislada por paredes de cristal, para la
reunión de un grupo mixto que disertaba y digitaba en sus computadores
personales. Felipe dio unos pasos hacia una mesa frente a él, tomó una silla y
se sentó saludando con el gesto a una pareja de jóvenes que ya se iban. Puso el
pequeño maletín sobre la mesa, lo abrió, sacó la libreta, que le habían
obsequiado en el penúltimo evento tecnológico de Colombia 4.0, un esfero y un
resaltador. Miró pausadamente, otra vez, el entorno, y, comenzó a apuntar
ocurrencias.
Aurora estaba allí,
acomodándose en la mesa circular de la esquina suroriental, sacaba del maletín
su proyector 3D y su portátil equipado con poderosa tarjeta gráfica
incorporada. Los conectaba al tomacorriente empotrado en las baldosas del piso.
Ejecutaba un programa de diseño, una especie de AutoCAD, que mostraba
inicialmente polígonos vacíos delimitados con líneas verdes punteadas. En la
parte derecha de la pantalla había una columna con botones de fechas. 2025,
2029, 2049.
En el año 2029, bajo mi supervisión, las 28 Bibliotecas
Públicas de Bogotá y los 5 Centros de Felicidad CEFE se han convertido en faros
de cultura y esperanza, en un mundo donde la Inteligencia Artificial ha
transformado el paisaje laboral. Estos espacios han evolucionado, ofreciendo no
solo acceso al conocimiento sino también un refugio para la interacción humana
auténtica. Las cafeterías, ahora ampliadas, son más que lugares para tomar un
café; son salones de encuentro donde las ideas se gestan y las amistades se
forjan. Los espacios comunes se han convertido en mini-ecosistemas sociales,
diseñados para fomentar el diálogo, la creatividad y la colaboración en un
entorno cada vez más automatizado.
Para el año 2049, estas instituciones han alcanzado un nuevo nivel de
integración con la sociedad. Las bibliotecas no solo albergan libros físicos y digitales,
sino que también actúan como laboratorios de innovación cultural, donde la
historia y el futuro se entrelazan. Los CEFE se han transformado en complejos
de bienestar que combinan la tecnología con la naturaleza, ofreciendo
experiencias personalizadas que curan el alma y estimulan la mente. La
arquitectura de estos espacios ha adoptado materiales sostenibles y diseños que
promueven la biodiversidad, creando entornos donde cada visitante puede encontrar
su propio oasis de paz y aprendizaje. En medio de una era donde la IA domina,
estos centros mantienen la esencia de la humanidad, asegurando que la
tecnología complemente, en lugar de reemplazar, la conexión humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario